
Para esta agencia, solo las empresas grandes están capturando el valor agregado de esta tecnología.
Moody’s ve estabilidad en los mercados emergentes para 2026, pero advierte riesgos crecientes.
La inteligencia artificial avanza a un ritmo acelerado y concentra expectativas sobre un salto de productividad global, pero su impacto económico agregado sigue siendo limitado, según planteó recientemente Moody’s en su más reciente análisis, al advertir que los avances técnicos no se han traducido todavía en retornos financieros proporcionales y resaltar que aunque la adopción se expande, los beneficios se concentran y no permean de manera homogénea a la economía mundial.
Moody’s destaca que la brecha entre inversión y monetización es uno de los principales riesgos, ya que el gasto de capital en infraestructura, centros de datos y capacidad computacional crece con rapidez, mientras los ingresos asociados a aplicaciones de IA avanzan con mayor lentitud, lo cual genera una asimetría que alimenta el riesgo de una “burbuja de inversión” si la generación de valor no se acelera hacia 2026, especialmente en sectores con márgenes más estrechos.
En términos de productividad, la agencia reconoce mejoras claras en tareas rutinarias, documentales y de atención al cliente. Sin embargo, advierte que integrar la IA en procesos complejos exige rediseños organizacionales costosos y cambios profundos en los flujos de trabajo. Por ello, el impacto sistémico en eficiencia sigue siendo desigual entre industrias y empresas, lo que explica por qué la promesa macroeconómica aún no se materializa.
De igual forma, el análisis subraya que la infraestructura se ha convertido en un cuello de botella decisivo, ya que la escasez de chips especializados, la concentración del mercado de servicios en la nube y las restricciones de energía encarecen el acceso a la computación avanzada y en este contexto, solo las compañías con músculo financiero logran absorber los costos iniciales y sostener la adopción, ampliando la brecha frente a empresas con menor capacidad de inversión.
Concentración y brechas
Partiendo de lo anterior, Moody’s observa que esta dinámica refuerza la concentración de mercado y que la IA tiende a beneficiar a grandes firmas con escala, datos y capital, que la utilizan para proteger márgenes y ganar eficiencia; mientras que empresas más pequeñas enfrentan mayores riesgos operativos y de competitividad; dejando como resultado una captura desigual del valor agregado, donde “solo las empresas grandes están capturando” los beneficios económicos más visibles.
A los desafíos financieros se suman riesgos de gobernanza y ciberseguridad en los que una mayor integración de la IA en procesos críticos amplía la superficie de ataque y expone a las organizaciones a fallos autónomos, envenenamiento de modelos e inyecciones de instrucciones. Ante esto, Moody’s advierte que muchas compañías aún no cuentan con marcos robustos de control de datos y gestión de incidentes, lo que eleva riesgos reputacionales y regulatorios.
La geopolítica también limita el potencial económico de la IA por medio de controles de exportación, tensiones entre Estados Unidos y China y el auge de nubes soberanas fragmentan el acceso a chips, datos e infraestructura; que obligan a las multinacionales a operar sistemas separados por regiones, elevando costos y reduciendo economías de escala. La fragmentación, señala la agencia, restringe la captura de beneficios globales.
En el frente regulatorio, la coexistencia de marcos distintos añade complejidad, ya que, por ejemplo, la Ley de IA de la Unión Europea, esquemas voluntarios en Estados Unidos y regímenes más estrictos en China introducen un “impuesto al cumplimiento” para las empresas globales y esta divergencia encarece la adopción, reduce la interoperabilidad y limita la monetización a escala internacional, en un momento clave para consolidar retornos.
De esta forma, el informe cierra advirtiendo que el reto central no es tecnológico, sino estructural y que convertir avances rápidos en “productividad sostenida, retornos financieros claros y crecimiento inclusivo” exige superar altos costos, riesgos regulatorios y fuertes asimetrías entre empresas y regiones. Mientras esa transición ocurre, la IA seguirá prometiendo productividad, pero con un impacto económico agregado aún limitado.