
En el nuevo sistema, que el Dane espera tener listo a 2030, se incluirán criptoactivos, plataformas digitales, consumo actual y el desgaste ambiental.
Después de una década midiendo el comportamiento económico con los mismos parámetros, Colombia se prepara para un cambio profundo en su estructura estadística, luego de que el Dane comenzara oficialmente el proceso para actualizar el año base de las cuentas nacionales y optimizar los indicadores que se miden actualmente.
Dicho de forma simple, esto equivale a cambiar el termómetro con el que el país mide su actividad económica, desde el Producto Interno Bruto (PIB) hasta el consumo, la inversión, el ahorro y el gasto público; con el fin de, por ejemplo, tener en cuenta nuevos aspectos de la economía digital o los mercados asociativos.
Como van las cuentas, se proyecta que la transformación esté lista en 2030 y busca que las cifras reflejen con mayor precisión la economía que hoy se vive en el país, una economía donde lo digital, lo colaborativo y lo ambiental han cobrado protagonismo, y que ya no puede seguir siendo analizada con los lentes del pasado.
Un modelo de tiempo atrás
Un reciente informe del Centro de Estudios Económicos Anif se dio a la tarea de revisar el tema y arrancó explicando que en la actualidad, Colombia opera con un año base de 2015; lo que significa que buena parte de sus indicadores económicos están calculados con los precios, los productos y los patrones de consumo de hace diez años.
“El país ha cambiado sustancialmente desde entonces. Han surgido nuevas formas de trabajo, de producir y de consumir. Lo que la gente compra, cómo lo compra, cómo se transporta, cómo genera ingresos y cómo se relaciona con el entorno ha evolucionado. Seguir utilizando una base desactualizada es como tomar decisiones con una fotografía vieja, descolorida y desenfocada”, explicaron al respecto.
Basados en esto, indicaron que actualizar el año base no es solo un ajuste técnico sino un paso fundamental para diseñar mejores políticas públicas, proyectar con mayor certeza el rumbo económico y tomar decisiones más informadas desde el Estado, las empresas y la ciudadanía.
En este sentido, resaltaron que la nueva estructura estadística incorporará fenómenos que hasta ahora están mal representados o, en algunos casos, ni siquiera existen formalmente en las estadísticas nacionales; como la economía digital y los criptoactivos serán integrados como parte del aparato productivo del país.
También se incluirán las plataformas colaborativas como Uber, Rappi o Airbnb, que intermedian servicios y empleo de formas que el sistema anterior no lograba capturar.
“Uno de los cambios conceptuales más importantes será considerar los datos digitales como activos productivos. Esto implica que bases de datos, algoritmos y sistemas de información pasarán a contarse como inversión, pues generan valor económico. Además, por primera vez, el país incorporará el concepto de Producto Interno Neto (PIN), que a diferencia del PIB bruto, descuenta la depreciación de los activos, incluyendo el desgaste ambiental derivado de la producción”, indicaron en su informe.
Ajustarse a los estándares
Adentrándose en este cambio que alista el Dane, Anif resaltó que el proceso se alinea con los nuevos estándares internacionales, especialmente el Sistema de Cuentas Nacionales 2025 (SCN 2025) y el Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica (SCAE). También se adoptarán versiones actualizadas de clasificaciones económicas y de productos, como la CIIU y la CPC.
“Las fuentes de información se ampliarán para incluir datos del Censo Económico Nacional Urbano y Agropecuario, de la Encuesta Nacional de Presupuestos de los Hogares y de registros administrativos provenientes de entidades públicas y privadas. Las encuestas tradicionales de comercio, industria y servicios también serán rediseñadas para ajustarse a la nueva realidad”, reseñaron.
No obstante, dejaron claro que esta actualización no es inmediata, ya que el Dane la implementará en siete fases, dentro de un proceso de seis años, siguiendo el modelo internacional GSBPM (Generic Statistical Business Process Model), utilizado por organismos como la ONU, el FMI o el Banco Mundial.
Actualmente, el país se encuentra en la primera etapa, que es de identificación y análisis de necesidades. En ella se están recogiendo insumos de diversos usuarios de la información económica para saber qué demandas no están siendo satisfechas por las estadísticas actuales.
“Una vez concluida esta fase, vendrá el diseño de las nuevas estructuras estadísticas, la construcción de los instrumentos necesarios, el acopio de información, el procesamiento, el análisis y finalmente, la difusión del nuevo sistema estadístico en 2030. Es un proceso complejo, pero fundamental para que las decisiones del futuro se tomen con base en una radiografía real del país”, explicaron.
Dicho todo lo anterior, estos analistas señalaron que aunque para muchos esta discusión puede parecer técnica o lejana, tiene implicaciones concretas sobre la vida de las personas, ya que si el país mide mal su economía, asigna mal sus recursos y si las cifras no reflejan la estructura actual del empleo, el ingreso o el consumo, es probable que las políticas públicas lleguen tarde o a donde no se necesitan.
De igual forma, si no se mide el deterioro ambiental, se oculta un costo real que compromete a futuras generaciones. No hay que olvidar que decisiones tan trascendentales como la formulación del presupuesto nacional, el diseño de subsidios, los planes de inversión o la evaluación de reformas se basan en cifras macroeconómicas y si esas cifras están desfasadas, todo lo demás también lo estará.
Por otra parte, el retraso en la actualización estadística no es un fenómeno exclusivo de Colombia, pero sí empieza a marcar una desventaja, dado que países como Chile, México o Ecuador ya actualizaron sus marcos estadísticos en los últimos años, incorporando dinámicas recientes que en Colombia todavía no están bien capturadas.
Por eso, el proceso que inicia ahora el Dane es una oportunidad para modernizar el lenguaje económico del país; lograr que las cifras que se usan para medir el desarrollo hablen el mismo idioma y que el termómetro con el que se mide el calor o el frío de la economía esté realmente calibrado con la realidad de todos los días y la gente de a pie.